
Arroyo de montaña, sequía y lluvia
Durante mucho tiempo, Elieen no estuvo segura de dónde debía descansar su querido padre.
Les hablaban mucho y a menudo tenían que oír: "Eso no se hace", "eso no está bien" o cosas similares.
Pero Elieen se impuso, cogió la urna de papá bajo el brazo y viajó hasta nuestra casa con su hijo. El arroyo de la montaña tenía muy poca agua, pues hacía mucho que no llovía. Así que los dos colocaron una tumba en el lecho casi seco del arroyo, hecha de piedra, madera y flores, lo que pudieron encontrar en la naturaleza. Una vez terminado el trabajo, almorzaron en el chalet de la pradera de la montaña. La comida era sencilla pero muy sabrosa y, como habitantes de la ciudad, fue un cambio bienvenido disfrutar de una comida en la terraza en medio de los prados y las vacas pastando.
Las casualidades no existen, caen y así fue como empezó a llover. Dos paraguas, pasos rápidos para contemplar el espectáculo mientras el lecho del arroyo se llenaba y el padre de Elieen seguía su camino, como si las nubes de lluvia hubieran esperado especialmente esta ocasión. Fue una experiencia inolvidable para nuestros invitados y se tomaron numerosas fotos de recuerdo antes de que mamá e hijo fueran conducidos de vuelta al valle.